jueves, 21 de abril de 2011

Nazareno y Amargura.

"Tomaron, pues, a Jesús, y cargándole con la cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, en hebreo Gólgota, donde lo crucificaron. (Juan 19, 17-18)".


Morado. Aflicción, serenidad, reflexión, tiempo de cambio. Hermandad de Nuestro Padre Jesús de Nazareno y Virgen de la Amargura. En su largo camino hacia el Calvario, el desconsuelo y la amargura se suman al sufrimiento de Jesús, en sus espaldas lleva la Cruz en la que se han acumulado los pecados cometidos por los hombres. Serenidad, la que muestra Jesús en todo momento y que transmite a todos aquellos que participan en este trascendental momento, y reflexión, la que se realiza dentro de nuestros corazones, cuando percibimos claramente que es el Hijo de Dios, que ha venido al mundo a redimirlo y darle un nuevo sentido, a anunciar el Reino. Pero ¿Qué reino? ¿El de las coronas y las joyas, el de los guerreros, el de la fuerza? No, Tu Reino está en los corazones de los hombres, “Mi reino no es de este mundo” responderás tranquilamente. Y es que Tu reino se siente, aunque a veces no sepamos verlo. ¿Has conseguido que cambiemos? Permítenos decirte que a veces, al menos, lo intentamos, aunque la mayoría de las veces no lo consigamos. Perdónanos Señor, pero es que somos tan torpes, somos tan cómodos que cualquier cambio nos afecta demasiado.


"Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “He aquí que este niño está destinado para ser caída y resurgimiento de muchos en Israel; será signo de contradicción, y una espada atravesará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones” (Lucas 2, 33-35").
Blanco y morado. Modestia y templanza. Sensibilidad y tristeza. Hermandad de Nuestro Padre Jesús de Nazareno y Virgen de la Amargura. La intensa pena que vive la Virgen por la muerte de Jesús, se ve reflejada en esa imagen, varias lágrimas resbalan por su rostro, amargo pero templado. El dolor y la amargura no desfiguran su semblante. La tristeza va acompañada de templanza y mesura. La melancolía inunda su ser, pero al mismo tiempo trasmite quietud y espera, no cae en la desesperación porque en el fondo de su ser presiente que esa amargura es temporal. El dolor llega, deja su cicatriz, pero va traspasando poco a poco, llegando a transformarse en un nuevo sentimiento de paz interior. ¡Qué pronto perdemos nosotros la fe! ¡Cuántas veces nos amargamos sin razón alguna! Siempre pidiendo explicaciones: ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? Ayúdanos Madre en los momentos amargos, no nos dejes caer en la desesperanza. Danos sensibilidad, pero también templanza para poder caminar hacia Ti.


Texto extraido del Pregón de Semana Santa de Herencia 2011(Carlos Fernandez-pacheco y Concepción Moya).

No hay comentarios: