martes, 25 de junio de 2013

Recorrido por la sedes de SYMBOLON (Capitulo 2 de 3)

 
Parroquia de Santa Quiteria, "Creo en Jesucristo¨.
 
ANUNCIACION, NACIMIENTO Y NIÑEZ DE JESUS
 
 
Jesús, para los cristianos, no es un enviado de Dios, un profeta, un servidor, un mandatario, un mesías entre otros muchos de una serie. Para nosotros es el único que es esas cosas o el que lo es hasta ese punto exclusivo.

¿Cómo decir qué es Jesús, en relación con aquel a quien llamamos nuestro Dios y que él llama su Padre? En donde el símbolo de los apóstoles se contentaba con decir que Jesús es hijo único y señor, el Credo de Nicea acumuló las afirmaciones convergentes: nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre.

Para continuar visitando el recorrido por la exposición SYMBOLON, en la sede de Santa Quiteria, pulse en mas información.
 
La verdadera novedad destacada por el concilio de Nicea con ocasión de los debates sobre Cristo fue la distinción, que por primera vez se hizo, entre engendrado y creado, entre Cristo que procede del Padre como Hijo, emanado de su mismo ser, y la creación que procede de Él, pero como producción. Dios engendra a su Hijo y crea el mundo. Esta distinción es también fundamental para la comprensión de la creación. El mundo tiene su consistencia, sus normas propias, su autonomía. El mundo no es Dios, puede convertirse en objeto de ciencia.
“Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo”. La eternidad entra en el tiempo. La Palabra se hace historia, una historia de hombre.

HACERNOS HIJOS EN EL HIJO: La salvación es una participación real de la vida que Dios propone y que no es más que la participación en la vida trinitaria: formar un solo cuerpo con Jesús para dejarse amar por el Padre en la iluminación del Espíritu Santo.

TODOS LOS HOMBRES Y TODO EL HOMBRE: Semejante salvación alcanza necesariamente a nuestra humanidad en todas sus dimensiones. Concierne a cada persona, siendo cada uno llamado por su nombre, pero también al hombre en sus relaciones, en su solidaridad con los demás, al hombre llamado a formar pueblo, a hacer cuerpo, a hacer iglesia con todos los demás llamados. Recrea al hombre en su inteligencia, en su comprensión de Dios, en su corazón, en su afectividad, pero también en su cuerpo, en su presencia en el mundo y en la historia.

BAJÓ: Así, llevando a término su proyecto de alianza, su intención de comunión, Dios elimina todas las distancias: las que nos imaginaríamos espontáneamente entre el creador y su criatura, y las que añadimos constantemente con nuestras negativas a amar. Dios toma la iniciativa de colmar esta lejanía y de recorrer el camino hacia nosotros. Al venir a nosotros en su Hijo, Dios no decae (no deja el cielo). Su amor no nos mira desde arriba, su piedad no nos humilla. Y Él mismo no se ve alterado por ello. En esta proximidad de Cristo haciéndose nuestro prójimo, el prójimo de todos los hombres, vamos a saber finalmente que Dios es Dios, vamos a vislumbrar por fin lo que es ser Dios.
 
TOMÓ CARNE Y SE HIZO HOMBRE.
 
DEL ESPÍRITU SANTO: El Espíritu en el que nace, todavía hoy, todo lo que bien de Dios, está en el origen de la Encarnación del Hijo único: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”, le dice el Ángel a María (Lc 1,35). Ciertamente, al comienzo de todo está el Verbo, la palabra de Dios y el deseo de Dios de asentarla entre nosotros, ya que desde el origen hay en Dios ese deseo de amar. Por eso al comienzo está el Espíritu.
 
 
 
 
 
DE LA VIRGEN MARÍA: María representa a toda la humanidad en espera de un salvador y resume en sí misma la fe de la Iglesia: decir a Jesús hijo de María es decirlo plenamente hombre; proclamar a María Madre de Dios es reconocer a Jesús como verdadero Dios.
Una madre le enseñó a hablar y a rezar. Por ella quedó asegurado el arraigo de Jesús en la historia de su pueblo; en este pueblo y en sus tradiciones, en su adoración del Dios único, en sus peregrinaciones y bendiciones es donde Jesús se hizo el hombre que es.
+ Cantar a Jesús concebido del Espíritu Santo es proclamar que es una nueva creación. Es atestiguar que, cuando él toma cuerpo hoy en nuestra historia, por medio de la evangelización en la  catequesis o por medio del sacramento, es siempre un don gratuito de Dios.
 
 
 


 
 
EN UNA HISTORIA: El Credo no dice nada de la historia de Jesús. De la natividad pasa a la pasión. Lo que llamamos Encarnación, por consiguiente, no es tan solo el acontecimiento del nacimiento de Jesús o de su concepción.  Para Jesús, ser hombre es mucho más que tener una naturaleza humana, eso por lo que nos hubiera bastado su nacimiento, sino compartir el destino de los hombres: un nacimiento de hombre, un crecimiento de hombre, una educación de hombre, un oficio de hombre, los gozos y sufrimientos de un hombre, la muerte de un hombre. La encarnación es el largo destino de un hombre, destino que tuvo su origen, pero que no tiene término, en el que se encarnó para nosotros todo lo que es Dios.

VERDADERAMENTE HOMBRE POR SER VERDADERAMENTE DIOS: Jesús es verdaderamente hombre, no a pesar de ser Dios, sino precisamente porque es verdaderamente Dios. Como Dios es Dios, fiel a su palabra, totalmente entregado en su gesto a nosotros, por eso Jesús no jugó con nuestra humanidad y con sus condiciones de vida. Dios no disimula. Y como Jesús es verdadero Hijo de Dios, pudo llevar a su perfección a la naturaleza del hombre, a la vocación del hombre, que es abrirse en acción de gracias a la paternidad de aquel es la fuente de toda vida. Ser Hijo es finalmente la manera más alta de ser hombre. Primero para Jesús y luego para nosotros, en su Espíritu y por su Espíritu.
 
 
 
 PASION Y MUERTE DE JESUS.

CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO.
 
La muerte, y más concretamente, la crucifixión de Jesús, está en el centro del Credo. Es incluso el primer acontecimiento que se menciona después de su nacimiento.
 
Además de Jesús y de María, un hombre recibe lugar en el Credo: Poncio Pilato. Acerca la historia de Jesús a la gran historia de su época. Al enfrentar a Jesús con el poder de Roma, arraiga definitivamente a Jesús en la historia.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
¿Por qué la muerte del Hijo? En casa uno de sus instantes Jesús inscribió, tradujo, encarnó el amor que el Padre nos tiene. Lo ha repetido la tradición: el más pequeño de sus actos, lleno de amor infinito, habría bastado para salvarnos. Pero sólo en la muerte el hombre se entrega por completo en manos del que lo acoge. Sólo en la muerte se desprende uno de todo para recibirse de aquel que sólo entonces hace nacer. Si Jesús vivió así su muerte, no fue a pesar de ser Hijo, sino porque es el Hijo.

Lejos de contradecir o de velar la divinidad de Jesús, como una concesión provisional a la debilidad de nuestra humanidad, la cruz revela a Dios, capacidad de amar y fuerza de vida. La cruz manifiesta a Dios.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 




1 comentario:

Anónimo dijo...

Y la tercera parte...?!!??