Nuestro Padre, es el que ama el pueblo, es el amor andaluz hacia la escultura que un día tallara Juan de Mesa, pero seguro que sus manos no eran las suyas: era Dios mismo con sus manos el que talló la imagen. Es el Señor de Sevilla, y dicen que cuando, en la Madrugá, cruza el umbral de su Iglesia de San Lorenzo no se escucha más que el sonido de los pajarillos revolotear por los árboles cercanos. Pero no va sólo el Gran Poder en esta noche mágica, lo acompaña su Madre bajo la advocación del Mayor Dolor y Traspaso, y qué mejor forma de sobrellevar el dolor que procesionar también en silencio.
Al igual que Nuestro Señor Nazareno, la Hermandad del Gran Poder también realiza su Estación de Penitencia a la Catedral en la noche del Jueves Santo. Uno, el Rey de Andalucía, el otro, el Rey de La Mancha, pero siempre cargando con el madero.
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