De nuevo nuestra Titular mariana ha sido ataviada de luto como cada mes de noviembre. Con un aspecto distinto al que la imagen acostumbra a permanecer en su camarín, el predominio del azabache lúgubre es signo y seña de la seriedad que acompaña el momento litúrgico actual. No obstante, ese tocado luminoso es la señal perfecta para advertirnos que tras el atardecer arduo de la muerte, ésta ya no tiene sentido porque pasa a un segundo plano efímero. Y esa eternidad que nos atiende, de corazón morao y tocado puro, se llama Amargura.
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