El Nazareno sabe cómo empezó todo, y echa una mirada de amor, de nostalgia y de ternura a una Madre que está en plenitud. Aquel que carga en sus hombros el mundo entero clava los ojos en María Inmaculada, y con una cansada voz por la sangre de unas espinas clavadas hasta lo más profundo de su alma le repite: "Mamá, mira que Yo hago nuevas todas las cosas".
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