Y en ese momento, Madre, tu Hermandad explotó. Bajabas con el rostro lúcido por Colón, y entre el desvarío que presentaba la bulla de gentío en la Plaza aparecieron tus hijos. Desde las alturas vertieron sobre Ti la oración de toda una Hermandad, las esperanzas y alegrías de unos "Moraos" que llevaban todo un año esperando ese momento...y llegó en la mañana de Resurrección. Los pétalos del Nazareno no podían tener otro final que el de enmascarar el bendito rostro maternal de una Virgen que ya era Reina de los herencianos...porque esos pétalos decían todo y señalaban a la que era la verdadera Flor de flores.
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